sábado, 28 de febrero de 2009

Celebrando a Haendel (9)

Arias para los grandes cantantes de Haendel
ARIAS FOR SENESINO
Drew Minter, contratenor
Philharmonia Baroque Orchestra
Director: Nicholas McGegan

1. "Va tacito" de Giulio Cesare in Egitto
[Lowell Greer, trompa]
2. "Non è si vago bello" de Giulio Cesare in Egitto
3. "Vivi, tiranno" de Rodelinda
4. "Che più si tarda omai - Inumano fratel - Stille amare" de Tolomeo
5. "Nube, che il Sole - Si fugge il duol" de Riccardo Primo
6. "Agitato da fiere tempeste" de Riccardo Primo
7. "Ah! Stigie larve - Già latra Cerbero - Ma la furia - Vaghe pupille" de Orlando
8. "Già per la man - Già l'ebro mio ciglio" de Orlando
9. "T'ubbidirò, crudel - Fammi combattere" de Orlando
10. "È questa la Mercede - Cielo!" de Orlando
11. "Amor nel mio penar" de Flavio
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HARMONIA MUNDI HMX 2908284.87 (CD 3) [60'46'']
Grabación: Noviembre de 1986


Francesco Bernardi, conocido como Senesino por su nacimiento en Siena, fue la gran figura del canto en la década de 1720. Como Margherita Durastanti, protagonista del anterior disco de arias de esta caja, Senesino (que nació un año después de Haendel y murió uno antes, esto es, vivió entre 1686 y 1758) empezó destacando en diversos teatros italianos y fue contratado por Haendel para la Royal Academy de Londres en Dresde. Castrato contralto, Senesino cantó en trece títulos haendelianos, empezando por Radamisto (1720) y terminando por Orlando (1732), título después del cual se pasó a la compañía rival, donde coincidió con Farinelli (algunos han apuntado que la marcha de Senesino a la Compañía de la Nobleza se debió al enfado ocasionado por la poca brillantez del papel de Orlando, aunque en mi opinión la versatilidad que se dice que tenía el cantante de Siena se ajustaba de forma especialmente adecuada a uno de los roles más profundos y ricos musical y psicológicamente de los que nunca escribiera Haendel). Tras el hundimiento del negocio de la ópera en la capital británica en 1737, Senesino volvió a Italia para cantar unos años más en Nápoles y Florencia antes del regreso a su ciudad natal, donde es seguro que estaba ya en 1740.

Por las páginas que para él compuso Haendel se sabe que el ámbito de la tesitura de Senesino era más bien estrecho, pero que el cantante era extraordinariamente musical y si brillaba en los pasajes de agilidad, aún lo hacía con más fuerza en las arias más delicadas, esas que exigían un gran dominio de la dicción y la expresividad, del canto spianato. A través de Burney nos ha llegado el juicio que de él dejó Quantz, para quien Senesino "poseía una poderosa voz de contralto, homogénea y cálida, una entonación perfecta y un trino soberbio. Su forma de cantar era magistral y su elocución no tenía igual. Jamás oscurecía sus adagios con excesivos ornamentos, sino que reproducía con la mayor finura las notas fundamentales. Senesino cantaba sus allegros con fuego, marcando los tiempos rápidos con su registro de pecho, en un estilo articulado y muy agradable. Su apariencia escénica era perfecta y sus gestos, naturales y nobles. A esas cualidades se unía un físico imponente [al parecer, pasaba holgadamente del 1,90]; su presencia y su porte convenían tanto a un papel de héroe como a uno de enamorado".

Lamentablemente, Drew Minter no cumple con prácticamente ninguna de estas virtudes: su voz es blanquecina, sin porte en los agudos y desangelada en los graves; a sus coloraturas les falta brillo, potencia y precisión; sólo en aquellos momentos en los que se pide registro muy central y canto delicado el contratenor norteamericano resuelve con un mínimo de solvencia unos papeles que superan muy evidentemente sus posibilidades. Es obvio que las grandes arias de bravura ("Va tacito", "Vivi, tiranno", "Agitato da fiere tempeste" o "Fammi combattere") quedan por completo desdibujadas en unas interpretaciones sin duda voluntariosas y que para la fecha en que fueron hechas (1986) supusieron para muchos aficionados el conocimiento de un repertorio apenas transitado entonces (Riccardo Primo, Tolomeo, Rodelinda, Flavio) y el vislumbre de un estilo en plena construcción, pero que luego han sido ampliamente superadas técnica y musicalmente. En las arias más tiernas y delicadas falta la hondura que los mejores cantantes (masculinos y femeninos) han ofrecido después con esta música: el "Stille amare" de Tolomeo es inocuo; el "Già l'ebro mio ciglio" de Orlando, aquella hermosísima aria en la que Haendel añadió las dos enigmáticas violette marine (acaso, dos violas d'amore) para que las tocaran los hermanos Castrucci, enrolados por entonces en su orquesta, pasa sin pena ni gloria; y la gran escena de la locura del mismo Orlando una ocasión desaprovechada para marcar dramáticamente los contrastes de caracteres y de metros. Lo cierto es que McGegan tampoco ayuda mucho. En cualquier caso, este disco puede ser considerado como un hito más en el desarrollo del estilo de interpretación haendeliano en las últimas dos décadas del siglo XX.


Haendel: "Nube, che il Sole - Si fugge il duol" de Riccardo Primo. [6'11''] Drew Minter. Philharmonia Baroque Orchestra. Nicholas McGegan.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimadisimo Señor Vayon, estoy muy de acuerdo con su reseña sobre este disco, ni Minter ni McGegan logran hacerle justicia a la maravillosa musica de Handel,Y como lector habitual de este blog recordaba un post anterior suyo en que reseñaba otro disco de esta serie, me refiero arias for cuzzoni, y vino aquelo a mi memoria ya que he leido hace poco que la soprano Simone Kermes ha grabado un cd dedicado a arias originalmente creadas para aquella diva Handelina, el cual estaria proximo a editarse, si bien creo que Simone Kermes es mejor cantante que Lisa Saffer (y sin duda contara con mejores musicos para apoyarla) tampoco tiene la voz adecuada para evocar las descripciones de la voz de la Cuzzoni, a mi juicio Roberta Invernizzi o tal vez la joven Nuria Rial podrian realmente revindicar la memoria y el legado de Francesca Cuzzoni para placer de nuestros oidos...pero ante lo que se nos ofrece habra que esperar (y oir)!