jueves, 3 de julio de 2008

Un cantor del siglo XXI

Vox Nostra Resonet de Dominique Vellard
Dominique Vellard (1953): VOX NOSTRA RESONET
Ensemble Gilles Binchois
Director: Dominique Vellard

Anne Delafosse, Anne-Marie Lablaude y Ana Isabel Arnaz de Hoyos, sopranos
Christel Boiron, mezzosoprano
Dominique Vellard, tenor
Raitis Grigalis, barítono


1. Les sept dernières paroles de Christ en Croix, a 3 voces (dos sopranos y tenor) (1999)
2. Caligaverunt oculi mei, a 3 voces (dos sopranos y tenor) (2005)
3. Stabat Mater, a 3 voces (soprano, mezzosoprano y tenor) (2004)
4. O vos omnes, a 3 voces (dos sopranos y mezzosoprano) (2004)
5. Missa Laudes Deo, misa con tropos a 4 y 5 voces (dos sopranos, alto, tenor y barítono) (2003-2004)
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GLOSSA Platinum GCD P32301 (Diverdi)
Grabación: Mayo de 2003, Junio y Octubre de 2005


En conversación con Eugène de Montalembert que se publica en las notas del disco, Dominique Vellard reivindica la figura del cantor antiguo, como la de aquel intermediario entre la palabra sagrada y el orante. "¿Qué es un cantor? –se pregunta– Alguien que pone su voz al servicio de la declamación de un texto, un intermediario que tiene por tarea facilitar al fiel la oración. Alguien que aun cantando a menudo en teatros de ópera desarrolla su arte en un contexto religioso, si bien con cierta discreción. Su expresión vocal debe ser adecuada y natural, declamando de manera suficientemente clara y evitando llegar al extremo en lo referente a dinámicas, afectos y emociones. Esto se aplica igualmente a los compositores que han de tener especial cuidado con temas como las tesituras o los tempos. Tanto el compositor como el cantor deben estar llenos del sentido del texto y del deseo de transmitirlo." Esto me ha recordado una cita de Rabano Mauro, un tratadista medieval que en su De institutione clericorum del año 819 afirmaba que "la voz del salmista no debe ser rugosa, ni ronca, ni disonante, sino muy melodiosa (canora), agradable, clara (liquida) y elevada. El salmista debe evitar todo lo que pueda recordar las prácticas del teatro y las gesticulaciones de titiriteros e histriones, pues su misión es expresar por medio de su canto toda la simplicidad cristiana, y a pesar de todo conmover también a los oyentes, vencer sus resistencias" (citado de Historia de la Música dirigida por Marie-Claude Beltrando-Patier, Espasa Calpe, 1996).

Cantores. Dominique Vellard los conoce bien, porque su trabajo al frente del Ensemble Gilles Binchois ha consistido en gran medida en su búsqueda. El éxito del grupo, tanto en el canto llano como en el polifónico, sobre todo en el terreno de la música medieval, aunque sus incursiones renacentistas son también valiosas, ha consistido en gran medida en el manejo de ese tipo de voces claras, limpias, melodiosas a las que se refería Rabano Mauro en su tratado. Y hete aquí que a Vellard le ha dado por componer su propia música, específicamente destinada a los cantores, una música que parte como referencia de su gran experiencia medieval, pero también de la de tradiciones no occidentales, pero no mediante un simple escribir a la manera de, sino a partir de la asunción de su propia esencia. El oyente encontrará aquí pues música contemporánea caracterizada por el uso de la modalidad y de la escritura desacompasada (sin ritmo estrictamente escrito), música de notable virtuosismo para las voces, que incluye siete deliciosas miniaturas para Las siete palabras de Cristo en la Cruz, escritas partiendo de la obra homónima de Haydn, dos piezas con textos de los Oficios de Tinieblas, un Stabat Mater y una misa para la que Vellard recurre a la venerable técnica del tropo. Todo suena a la vez a algo muy antiguo, pero jamás oído, ahí radica su modernidad, ahí la fascinación que produce y ahí el mérito de estas obras, que nada tienen que ver con neos ni con new ages. Un descubrimiento.


Vellard: Caligaverunt oculi mei. Ensemble Gilles Binchois. Dominique Vellard.

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