viernes, 30 de mayo de 2008

El sueño de Soler

Sonatas y Fandango del Padre Soler
Antonio Soler (1729-1783): SONATAS Y FANDANGO
Nicolau de Figueiredo, clave

1. Sonata en re bemol mayor
2. Sonata R88 en re bemol mayor
3. Sonata R85 en fa sostenido mayor
4. Sonata R90 en fa sostenido mayor
5. Sonata R54 en re menor
6. Sonata R15 en re menor
7. Sonata R86 en re mayor
8. Sonata R84 en re mayor
9. Fandango
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PASSACAILLE 943 (Diverdi) [51'22'']
Grabación: Septiembre de 2006
Clave construido por Emile Jobin según un Cresci fabricado en Livorno en 1778

Aparte la integral de Gilbert Rowland para el sello Naxos, que marcha por el volumen 13 (desconozco si último; la de Bob van Asperen ocupó 12 cedés en la extinta marca Astrée), hacía tiempo que no veía por el mercado español un disco de clave dedicado en exclusiva a las sonatas del Padre Antonio Soler, ese más que singular monje del Escorial que trabajó siempre con un pie puesto en la modernidad irrefrenable de la forma sonata y el otro en la impresionista posmodernidad scarlattiana. Como en Scarlatti, en esta música hay atmósferas más sugeridas que realmente dibujadas, ráfagas de luz, estallidos de color, repeticiones de acordes casi minimalistas, pasajes de enrevesado virtuosismo y mucho aire de baile y de jarana, de danza cortesana y popular, que muchos todavía se preguntan cómo pudo aprender aquel monje catalán, apresado entre los muros imponentes del mausoleo-monasterio madrileño.

El brasileño Nicolau de Figueiredo, al que muchos descubrimos como el más imaginativo continuista que haya trabajado nunca junto a René Jacobs (Rinaldo de Haendel; el Mozart, ¡sorprendente desde el fortepiano!, de Così y Fígaro) y que se impuso ya como solista con un extraordinario recital scarlattiano, tiene el acierto de, sin separarse del universo de exuberante colorido y ataques vigorosamente marcados que recrea en su CD dedicado al compositor italiano, apostar por la estilización del ritmo en momentos como las Sonatas R54 o R86, en las que el tiempo parece estirarse y el canto melódico fluir casi improvisado, como si las barras de compás hubieran desaparecido. Toca Figueiredo un instrumento de Emile Jobin, copia de un Cresci de 1778, que le permite contrastar colores con crudeza y que responde de forma admirable en esa prueba de fuego que es el Fandango, casi una fantasía onírica, de tan inverosímil y sensualmente enardecido.

[Publicado en el Boletín Diverdi nº170 - Mayo de 2008]

Soler: Fandango. [11:55] Nicolau de Figueiredo, clave.

P.S. De Nicolau de Figueiredo tengo una doble imagen, la del fortepianista y clavecinista arrebatadoramente genial y la del director desmañado y más bien torpe de un programa que hizo con la Orquesta Barroca de Sevilla en el Festival de Música Española de Cádiz de 2007. Creo que no olvidaré sus contorsiones, dignas del más audaz banderillero, mientras viva. Por otro lado, Peter Jan Bielder acaba de iniciar en Brilliant una integral del Padre Soler que, habida cuenta el precio de los discos del sello y el más que notable nivel de su integral Scarlatti, habrá que seguir con atención.

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